domingo, 12 de junio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #182)


El chillido se había apagado. Lentamente me iba acercando, con las manos aferradas al palo. El miedo me hacía tiritar todo el esqueleto. Restaban dos pasos. Respirando hondo bordeaba el árbol. Mis latidos estaban al borde del colapso. De pronto veía un pie. Era muy peludo. Más que un pie parecía una mano. Tenía cuatro dedos. Carecía de pulgar. Eran muy largos. Necesitaba avanzar otro paso. Al hacerlo casi me infarto: el tronco resguardaba un mono. Rondaba el metro de largo. Su cuerpo era alargado. Sus miembros, largos. Todo era muy largo. Un pelaje negro cubría su contextura musculosa. En sus partes inferiores se hacía más claro. Sus ojos oscuros estaban bordeados por un anillo blanco. Estaba parado. Levantaba los brazos. Parecía un bailarín pero era un mono. Me miraba fijamente a los ojos. Seguía chillando. Sus colmillos me estaban aterrando. Yo retrocedía, entrando en pánico. Tanto era así que había soltado el palo. El mono comenzaba a trepar el tronco, usaba su cola para asirse a las ramas del árbol. No estábamos solos, en aquel bosque había un mono extraño.