Mi corazón latía rápido, la curiosidad ganaba terreno. Me acercaba a
paso lento. Unos trinos me informaban que en aquel bosque reinaban los pájaros.
De hecho a pocos metros del suelo, sobre una rama larga como mis brazos, había
un pájaro. Era un pájaro carpintero. No hacía otra cosa que picotear la madera
con esmero. Bajaba la mirada persiguiendo concentrarme en mi objetivo. De
pronto oía un chillido, como si del otro lado del árbol un globo inmenso se
estuviera desinflando. Me quedaba quieto. Estaba asustado, pero mi palo seguía
en alto, cual primitivo hombre de las cavernas no vacilaría en garrotear
cualquier pescuezo que me diera un sobresalto. A todo esto mis compañeros
seguían durmiendo.