lunes, 27 de junio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #193)


Entusiasmado, trepaba al lomo del caballo. Había olvidado el gato. Su mirada hipnótica me atraía de una forma irresistible. Torcía la cintura para agarrarlo. El gato brincaba, nos entendíamos sin hablarnos. Sus patitas colgaban como racimos. En buen momento estábamos listos, a la espera de una nueva andanza, pero Ringo no hacía nada, tan solo volteaba su cabeza para reírse en nuestras caras. Con mis talones inquietos presionaba sus costillas. No reaccionaba. ¡Otra vez lo mismo!, rezongaba. Bajaba. Astor permanecía echado en el lomo del caballo. Ringo era más terco que un gallo. Valiéndome de mis brazos, volvía a montarlo. El maldito seguía quieto como el tronco de un árbol, pero sacudía su cola contra mis piernas. Yo no era una garrapata pero tampoco era una mosca incómoda. Enfurecido, abandonaba su lomo para no volver a montarlo. El gato me acompañaba. No estábamos dispuestos a tolerarlo. A paso rápido orillábamos el camino para distanciarnos. Ringo comenzaba a seguirnos. Volteaba mi cuerpo para, con la mirada, intimidarlo. El caballo detenía la marcha y cabeceaba. Volvía a girar para avanzar unos pasos. Se oían sus cascos. Definitivamente era más tozudo que un asno.