viernes, 8 de julio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #211)


Ya me había parado en lo que consideraba el centro del terreno. Había caído en una trampa horrenda, pero no podía distraerme con recriminaciones absurdas que prácticamente me condenaban a una muerte cruenta. Las raíces acortaban distancia, removiendo las hojas tras su avance lento. Las tenía a diez metros. Tal vez menos. ¡Moriré peleando!, me engañaba alzando los brazos, con ese miedo intenso que me calaba hasta los huesos. Bajaba la mirada, no podía disimular tanto sufrimiento. Cerrando los ojos respiraba hondo, como si los pulmones me pudiesen liberar de semejante tormento. Una sensación de angustia atroz invadía mi cuerpo indefenso. La sentía en el pecho. Algo impensado estaba ocurriendo. Me volteaba por si acaso otras raíces sorprendían a mis espaldas para quedarse con mi esqueleto. Extrañamente estaban retrocediendo. No quería pestañear, en una de esas podía atraerlas de nuevo, sin embargo la tierra comenzaba a vibrar como si estuviese parado en un epicentro. Me costaba mantener el equilibrio. El centro del terreno se estaba elevando, y con él me acercaba al cielo, manoteando el pasto para no rodar y con las hojas caer al suelo. No tenía consuelo, el montículo de tierra se estaba desintegrando. Algo extraordinario empujaba con firmeza, persiguiendo salir a la superficie desde los confines del reino subterráneo. Ya tenía un poco de vértigo, al menos cinco metros me llevaban al infierno.