domingo, 3 de julio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #206)


Seguía magullándolo. Por su culpa me había quedado aislado. Mis nudillos se estaban rompiendo, sin embargo no cesaba de propinarle puñetazos. Repentinamente en mi mirada colérica irrumpía un ser impensado. Era un mamífero roedor más pequeño que una rata. Su pelaje era gris. Tenía las orejas paradas. El curioso animalito se había detenido del otro lado del jabalí, a un par de metros de mis brazos cansados. No tenía miedo, de hecho me observaba con una tranquilidad que me dejaba asombrado. Tanto era así que apaciguaba mis ánimos. Su sola presencia me estaba calmando. Aquel animalito tan pequeño y perspicaz me estaba enseñando que en el bosque de los sortilegios se podía deambular en soledad. Por esas cosas de la vida era el mismo ratoncito que pocos días antes había ayudado a escapar de la bañera. O era muy parecido. Me incorporaba, quería acercarme para expresarle mi gratitud, pero él se alejaba con la velocidad de un galgo. ¡Hasta pronto, Miguelito!, lo despedía alzando una mano, y luego la otra, como si de mis tripas hubiese expulsado un espíritu maligno.