domingo, 3 de julio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #208)


Despertaba. Estaba anocheciendo. Para mi calma el jabalí seguía muerto. Algo extraño sujetaba mis gemelos. Como serpientes varias raíces llegaban desde los árboles para dejarme perplejo. Lastimaban mi cuerpo. Pestañeaba. A lo mejor había entrado en un sueño. Desgraciadamente recordaba cada suceso. Pataleando intentaba liberarme de esas cosas que aterraban hasta mis huesos. Mis esfuerzos eran en vano: las raíces me arrastraban al cerco. Desesperado, clavaba mis uñas en el suelo. Ni siquiera manoteando el pasto podía detener el rapto violento. A pocos metros del misterioso cerco caían hojas sobre mi cuerpo indefenso. Cientos y cientos de hojas verdosas me cubrían con su aciago desconcierto. En buen momento las raíces cesaban en sus intentos de forzoso desplazamiento. No soltaban mis gemelos. Mis piernas se estaban durmiendo. Preso del tormento recordaba que llevaba puesto un cinturón de cuero. Sin perder más tiempo comenzaba a desprenderlo. Estaba tan nervioso que no lograba hallar la hebilla que ceñía mi prenda al cuerpo. Las hojas seguían cayendo. Estaba enloqueciendo. Finalmente desprendía el cinturón de cuero. Usando las manos quitaba las hojas que cubrían casi todo mi cuerpo. Había perdido de vista el suelo. Se me ocurría ajustar el cinturón a la raíz que sujetaba mi gemelo derecho. La raíz se iba aflojando. Estaba funcionando, podía usar el cinturón para liberarme de tanto desasosiego.