domingo, 10 de julio de 2016

EL BOSQUE DE LOS SORTILEGIOS (EPISODIO #213)


Más allá del escalofriante filo de sus espinas, un caballo aparecía. No estaba alucinando: Ringo galopaba en mi rescate, con la fuerza de un titán por detrás de la planta carnívora. Estaba emocionado. Sin embargo la flor maldita se me venía encima, abriendo sus pinzas para perforarme con el filo tétrico de sus espinas asesinas. Estaba impávido, Ringo venía por mí para salvarme, como esos felinos que con el brillo de sus pupilas, iluminan. No más de cinco metros me preservaban de la planta carnívora. Mi potro valeroso le sacaba ventaja. Salía del hoyo. Tenía que lanzarme sobre su lomo antes de que la planta me convirtiera en su comida. Ringo pasaba a mi lado. Yo saltaba para aferrarme a su musculatura. Lo había logrado. Con la cabeza gacha ojeaba la flor vencida, que lentamente se detenía, tal vez confundida. El caballo se alejaba con rumbo incierto, llevando consigo una promesa cumplida: liberarme de lo que seguramente terminaba siendo una carnicería.